El color no existe sin luz, y aunque estamos más familiarizados con la luminoterapia como método terapéutico, olvidamos que el color también lo es. El descubrimiento de Einstein al poner un prisma bajo un rayo de luz y descomponerse en los tres colores primarios: rojo, azul y amarillo han confirmado la teoría de la cromoterapia.
Este método usa los colores para aprovechar las vibraciones, cada color crea unas vibraciones diferentes que penetran en el organismo y causando diversas bioquímicas en las células de la sangre. Lo que regula la cromoterapia es una alteración de la vibración específica que caracteriza la materia. El cuerpo humano es energético y electromagnético en el que las dos partes vibran en un todo armónico pero manteniendo la identidad de las dos energías. Cada órgano o conjunto de órganos tiene su vibración específica. Cuando algún órgano se expone a una irradiación de color se absorben las ondas electromagnéticas, de una frecuencia diferente dependiendo del color. Las células, compuestas de átomos, recuperan el equilibrio gracias a las ondas luminosas.
Algunos científicos aconsejan que el mejor método para obtener los beneficios del color, es exponerse a los rayos solares y que nuestro cuerpo se encargue de absorber aquéllas vibraciones que necesite. Es por ello, que nuestro estado de ánimo se vuelve más positivo a medida que avanza el buen tiempo y la salida del sol.
Existen otros tipos de terapias, que como la luminoterapia, introduce el color: fonocromoterapia, geocromoterapia. La geocromoterapia (desarrollada ampliamente por Marta Povo) contiene una acción evolutiva y espiritual, además de la terapéutica, es aplicable al terreno de la medicina, la psicología, el desarrollo de la conciencia y el coaching personal, como a la medicina del hábitat y a la lectura energética del entorno.