Estenosis aórtica y la historia de cómo la carne de cerdo salvará tu corazón

El corazón es un órgano de cuidado. Mantener su estabilidad es el reto de muchos, sean médicos, poetas, jubilados o deportistas. Nadie quiere un corazón roto y ciertamente a nadie le entusiasma la idea de perder la consciencia en mitad de una cascarita de fútbol por mucho que el marcador se defina a favor de los nietos consentidos.

Esto fue precisamente lo que le ocurrió a Gonzalo, un ingeniero de 58 años de edad, cuyo pasatiempo de fin de semana es coronarse campeón de la interminable liguilla familiar. Y no es que haya sido un crack del balompié pero a lo largo de su vida siempre tuvo claro que era mejor correr algunas cuadras por la mañana que arrastrarse sin aliento al consultorio de su médico.

Ante semejante determinación está de más mencionar la sorpresa que causó cuando no solo no alcanzó un pase corto sino que se desvaneció en mitad del partido y del jardín de la abuela. Tras hacerlo recobrar la consciencia, lo siguiente que ocupó su agenda fue una visita al médico familiar que, luego de auscultarlo concluyó que Gonzalo respondía a un síntoma propio del paso de los años: el deterioro gradual de su capacidad cardíaca.

Con el paso del tiempo y la ayuda de algunos hábitos nocivos como el sedentarismo, fumar o una alimentación rica en grasas, las arterias encargadas de transportar la sangre proveniente del corazón hacia el resto del cuerpo, sufren transformaciones que les impiden llevar a cabo su tarea. En el caso particular de la aorta, nuestra arteria principal, la acumulación de colesterol puede llegar a obstruirla hasta bloquear por completo el paso de la sangre.

Ahora bien, pensemos en el corazón como una bomba, pero no una explosiva sino una que concentra e impulsa la sangre hacia todo el cuerpo a través de las arterias. Para lograrlo hará uso de impulsos eléctricos que lo harán bombear a una velocidad de 150 latidos por minuto en el caso de una persona sana que esté, por ejemplo, corriendo. En el costado izquierdo está la aorta, de aproximadamente 25 milímetros de diámetro y, como ya dijimos, la principal responsable del transporte de la sangre proveniente del órgano.

Para que la sangre salga del corazón será necesario que cruce la válvula aórtica, una suerte de compuertas ubicadas al principio de la aorta que se abren a cada chorro de sangre y se cierran para impedir su regreso. Si han escuchado un latido del corazón, ahora saben que es el sonido de las válvulas haciendo su trabajo.

Sin embargo, con el paso del tiempo, ocurre un fenómeno que los médicos llaman calcificación y que no es otra cosa más que la acumulación de este y otros minerales en las válvulas, volviéndolas rígidas y gradualmente incapaces de realizar su función con soltura.

En el caso de Gonzalo, este fenómeno se desarrolló hasta impedir el paso regular de la sangre que, en su intento por salir, debió forzar al corazón para cumplir con el suministro. Esto y el impacto de la actividad física que realizaba hicieron mancuerna para derribar al abuelo, y aunque su médico tenía razón al respecto de los síntomas como consecuencia del avance de su edad, debió hacer un análisis a fondo para evitar que, durante su actividad matutina, días después, Gonzalo quedara cara a cara con el asfalto de la calle.

Cuando el doctor Ricardo Allende, cardiólogo entrenado en el Heart and Lung Institute en Quebec, Canadá recibió a Gonzalo en su consultorio, descubrió algunos detalles más: el paciente ya había experimentado una sensación de falta de aire incluso realizando actividades de menor impacto como caminar o cargar a sus nietos; también contó al médico que durante el día se sentía más fatigado que de costumbre y que había experimentado un par de mareos sin contar los episodios en que se desmayó.

Radicado en San Luis Potosí a partir, el doctor Allende explica que la estenosis aórtica, como finalmente diagnosticó a Gonzalo, a menudo se presenta de manera gradual y tiende a pasar desapercibida por el paciente y hasta por un médico no especializado; sin embargo, actualmente es más sencillo tratarla siempre y cuando sea detectada a tiempo. ¿Cómo? Haciendo un reemplazo de la válvula aórtica por una artificial hecha a base de metal y tejido animal, generalmente de cerdo.

Hasta hace 10 años, hacer el cambio de la válvula aórtica seguía únicamente una vertiente: la cirugía de corazón abierto. Actualmente, las opciones se han abierto hacia procedimientos menos invasivos y, por qué no decirlo, menos traumáticos para el paciente y su familia. Es decir que, si has recibido este diagnóstico, ya no tienes qué preocuparte por terminar con el pecho expuesto en la sala de operaciones pues ahora es posible insertar tu nueva válvula a través de una pequeña incisión a la altura de la ingle.

En términos generales, el procedimiento consiste en exponer la arteria femoral a la altura de la ingle e introducir a través de ella un catéter de aproximadamente 5mm. de diámetro que conducirá la válvula comprimida hasta el sitio en que será colocada. Una vez ahí, un pequeño balón será inflado por dentro de ella para descomprimirla hasta alcanzar el diámetro de la aorta y así ponerla a funcionar.

Aunque es un procedimiento mucho más efectivo pues la expectativa de éxito alcanza poco más del 90%, en México hay apenas un puñado de especialistas que lo realizan, el doctor Allende entre ellos. Contra la cirugía tradicional, un reemplazo de válvula aórtica transcatéter –como se llama el procedimiento-, apenas durará alrededor de una hora y el período de recuperación tomará un par de semanas.

Para Gonzalo ha quedado claro que no correrá una maratón pero seguramente recuperará el título de invicto en los torneos familiares de los domingos. Ahora sabe que un pequeño malestar puede convertirse en un gran problema si no se trata a tiempo. Solo en Estados Unidos, la tasa de supervivencia de un paciente con estenosis aórtica apenas alcanza los dos años sin tratamiento y en México, como el primer lugar mundial en obesidad, no estamos muy alejados.

Las estadísticas abundan; hay quiénes son más propensos que otros y algunos más que ignorarán los primeros síntomas. Otros no serán diagnosticados a tiempo y los más menos seguirán cultivando hábitos nocivos a pesar del riesgo. Lo que sin duda está a favor es la evolución de la medicina que parece determinada a luchar contra nuestra naturaleza autodestructiva… incluso más que nosotros.