Nuestro organismo está preparado para la supervivencia. Uno de los elementos básicos para sobrevivir es la alimentación. En la nutrición participan multitud de mecanismos que contribuyen como un engranaje prodigioso a la transformación de los alimentos en energía.
La nariz, el sentido del olfato tiene como una de sus funciones principales distinguir los alimentos sanos de los que no lo son y preparar al aparato digestivo para realizar la digestión. Por eso, cuando pasamos por delante de una pastelería o de una tienda de aceitunas, sentimos que “se nos hace la boca agua”, es decir, producimos saliva y notamos que se producen jugos gástricos en el estómago que se preparan para poder sintetizar los alimentos.
Por eso, cuando estéis cocinando, concentraros en los olores que van desprendiendo los alimentos y que nos preparan para asimilarlos bien. La comida siempre, pero cuando estamos a dieta, mucho más, debe ser atractiva y sabrosa, debemos comenzar por disfrutar de cómo huele.
La lengua, tiene una cantidad enorme de sensores que detectan los sabores básicos (dulce, amargo, ácido y salado) y la combinación casi infinita de ellos en distintas proporciones y texturas. La combinación de olor y sabor manda al cerebro la señal de alimento “apetitoso” que nos incita a comerlo.
Una cosa importantísima sobre la lengua. Los sensores del gusto son muy delicados y cuando nos hemos comido 7 bocados del mismo alimento seguidos, se saturan y ya son incapaces de sentir más. Es decir, que por muy bueno que esté un plato, pasados los primeros 7 bocados ya no se puede saborear más. Para perder peso, disfrutando de la comida, la ración de cada alimento no necesita tener más de siete bocados.
Los humanos estamos preparados para comer todo tipo de alimentos, por eso tenemos una dentadura que combina diferentes tipos de piezas para ser capaz de triturar, carne, vegetales, granos, frutos secos, etc. Los budistas dicen que para una buena digestión es necesario “masticar la sopa” y “beber la comida”. Esto quiere decir, que donde tenemos que triturar los alimentos es en la boca y cuando los tragamos para pasarlos al estómago deben estar hechos una papilla de nutrientes que los jugos gástricos del estómago, la bilis y la insulina del páncreas se encargarán de sintetizar para poder ser absorbidos por el organismo y transformados en energía. Según los budistas, son necesarias 60 masticaciones para triturar bien cada bocado de alimento.
Por último, el estómago es un órgano flexible, que, a medida que vamos enviándole bocados de deliciosos productos se va estirando. Las paredes del estómago, también tienen sensores que a un cierto nivel de estiramiento, manda una señal al cerebro que dice “estoy lleno” no como más. Pero la señal del sistema nervioso que viaja más lenta de todo nuestro cuerpo es esta. El cerebro tarda 20 minutos en procesar el mensaje del estómago “estoy lleno” y a veces, aunque estemos llenos realmente, si hemos comido demasiado deprisa, el cerebro no lo sabe y seguimos comiendo y comemos en exceso, lo que nos produce una digestión pesada y una sobredosis de calorías.